LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES
Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, hizo que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de atraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido montó en cólera, pero no obstante su imprudente proclama siguió en pie.
En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a sus propios hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo, marchándose a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermano Ificles y convencido de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de diez trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.
El orden tradicional de los trabajos es:
- Matar al león de Nemea y tomar su piel
- Matar a la hidra de Lerna
- Capturar a la cierva de Cerinia
- Capturar al jabalí de Erimanto
- Limpiar los establos de Augías en un día
- Matar a los pájaros del Estínfalo
- Capturar al toro de Creta
- Robar las yeguas de Diomedes
- Robar el cinturón de Hipólita
- Robar el ganado de Gerión
- Robar las manzanas del jardín de las Hespérides
- Capturar en los infiernos a Cerbero
Según el Cronicón de san Jerónimo Heracles completó sus doce trabajos en 1246 a. C.
EL PRIMER TRABAJO
El primero de los doces trabajos a los que tuvo que enfrentarse Heracles por orden de su hermano Euristeo fue matar al león de Nemea y tomar su piel. Este "simpático" animal estuvo durante un tiempo, generalmente en período nocturo, aterrorizando a los habitantes de los alrededores de Nemea y tenía una piel tan dura que era inmune a cualquier arma conocida.
Heracles, al principio, pecó de ingenuo, pues usó todos los tipos de armas de los que se valía, como un arco y flechas, un garrote hecho de madera de olivo y una espada de bronce, pero todas ellas dieron infructuosos resultados. Pero como dice el refrán, "más vale maña que fuerza", nuestro héroe tramó un plan: la guarida del león tenía dos entradas, obstaculizó una de ellas e hizo entrar al animal por la otra, quedando éste encerrado y sin posibilidad de escapar. Una vez acorralado, Heracles asfixió al temido león introduciendo uno de sus brazos por la garganta del animal, hasta que éste falleció. Pero éste no era el fin de su trabajo, sino que además tenía que tomar su piel, y para ello necesitó ayuda divina. Me explico, Heracles dedicó muchísimo tiempo en intentar desollar al león, pero la piel de éste era tan dura que nada de lo que usaba era adecuado para logar un resultado positivo. Fue entonces cuando la diosa Atenea, disfrazada de vieja, le dijo que el mejor instrumento que podía usar eran las propias garras del león y así lo hizo, logrando quitarle la piel, y usándola nuestro héroe desde entonces como armadura
EL SEGUNDO TRABAJO
Heracles sabía que no debía derramar una sola gota de sangre del sagrado animal, pues estaba protegido y consagrado a la diosa Artemisa, a la cual debería darle explicaciones en caso de que el animal sufriese algún daño. Así que la estrategia seguida fue la de atravesar las patas del animal con una flecha entre el tendón y el hueso, sin derramar su sangre (evitando de este modo el enfado y castigo de Artemisa). Una vez inmovilizada, llevó el animal a Micenas y se la presentó a su hermano, el rey Euristeo.
Nota: A pesar de los esfuerzos de Heracles, la diosa Artemisa se enfadó y pidió explicaciones porque la cierva era su predilecta, pero nuestro héroe, sin remordimiento alguno, culpó del hecho a su hermano y fue éste el que recibió la reprimenda.
EL CUARTO TRABAJO
Nota: Es en este trabajo donde se se evidenció la gran cobardía del rey Euristeo, ya que cuando Heracles le presentó al jabalí, éste se escondió dentro de una tinaja y le obligó a retirar al animal de su vista
Heracles no era capaz de matarlas con sus flechas, pues eran muy numerosas, y tampoco encontró la manera de ahuyentarlas del lugar. Fue entonces en esa situación cuando apareció su benefactora, la diosa Atenea, que le dió (unos dicen que un cascabel, otros que campana y otros unos címbalos, que son unos plantillos) un regalo con el que poder asustar y ahuyentar a los pájaros, no sin antes recomendarle que se subiera a la cima de una montaña próxima para que el estruendo fuese aún mayor y surtiera mejor efecto. Una vez en posición, Heracles agitó el regalo con todas sus fuerzas y los pájaros asustados huyeron despavoridos. Pero Heracles no se quedó quieto mirando como las aves alzaban el vuelo y abandonaban el lugar, sino que además utilizó su arco y flechas para acabar con una gran cantidad de ellas. Aquellas que tuvieron una mayor fortuna, encaminaron sus pasos hacia la isla de Ares en el mar Negro, y allí años después fueron encontradas por los Argonautas.
Finalmente, cuando Heracles regresó al palacio de Euristeo para comunicarle que había completado el trabajo, encontró a su hermano en un refugio debido a que varios de aquellos pájaros broncíneos volaban alrededor de su hogar. Pero Heracles no dió tiempo a los pájaros a refugiarse ya que agitó de nuevo el regalo de Atenea y éstos huyeron de aquel lugar.
EL SEPTIMO TRABAJO
Una vez situados, contaré en lo que consistió el séptimo trabajo de Heracles. A nuestro héroe le correspondió capturar al hermoso toro blanco que el dios Poseidón hizo enloquecer después de la treta de Minos. El bello animal, no sólo estaba loco, sino que además expulsaba fuego por la nariz y recorría la isla de Creta destruyéndolo todo a su paso. Heracles fue en busca del toro y, tras una breve lucha, lo agarró por los cuernos y subió a su lomo, tras lo cual lo condujo, a través del mar Egeo, hasta Micenas. Una vez en presencia del rey Euristeo, éste decidó consagrarlo a la diosa Hera, pero ésta lo rechazó por la ferocidad que mostraba el hermoso animal, por lo que Euristeo decidó dejarlo libre. El toro, atravesó la Argólide, cruzó el istmo de Corinto y se estableció en la llanura de Maratón, cerca de Atenas, donde tiempo después encontró la muerte a manos de Teseo
Heracles, conocedor de las atrocidades que había cometido el rey, arrojó su cuerpo, aún con vida a sus propias yeguas, las cuales tras devorarlo se apaciguaron de tal forma que Heracles decidió llevarlas a Micenas y ofrecerlas como regalo a la diosa Hera.
Nota: Las yeguas fueron llevadas al monte Olimpo, pero no tuvieron una vida como hubiese sido de esperar, sino que fueron devoradas por las fieras y alimañas que moraban en la divina montaña.
Así, en este contexto, Heracles fue "víctima" de los caprichos de una niña mimada hasta tal punto que deseaba el cinturón de Hipólita y su padre, el rey Euristeo complació en ese deseo a su pequeña encargándole a su hermano Heracles la tarea de traerlo como regalo para su hija, formando así parte de los doce trabajos a los que estaba obligado. Pero Heracles en este trabajo no estuvo sólo, pues fueron muchos los que se unieron a él en esta aventura.
El viaje comenzó por mar y una vez llegados a su destino, desembarcaron en el puerto de Temiscira, dondo fue la mismísima reina Hipólita a visitarlos. Hipólita, enseguida se enamoró de Heracles y como prenda de su amor, voluntariamente decidió entregarle a nuestro héroe el famoso cinturón. Pero la aventura no iba a concluir aquí, ya que fue la misímia diosa Hera la que disfrazándose de amazona, difundió entre el ejército de temibles mujeres el rumor de que el motivo real de que Heracles estuviese allí, era para raptar a Hipólita. Las amazonas, encolerizadas, decidieron atacar al "ejército" de Heracles, y éste pensando que Hipólita le había traicionado, decidió matarla. No sólo dió muerte a la reina, sino que también acabó con la vida de las amazonas de más alto rango, obligando al femenino ejército a huir.
EL DECIMO TRABAJO
Heracles debía apropiarse de ese rebaño y conducirlo hasta Euristeo, así que no tuvo más remedio que matar a sus custodios. A Gerión lo mató con un flecha empapada de sangre envenedada de la Hidra. Pero una vez eliminados los dos monstruos guardianes, se le presentó un problema tras otro para llegar a Grecia y completar así su misión, ya que la diosa Hera, de nuevo, intervino en más de una ocasión para impedir el avance del héroe, con infructuosos resultados. Así que Heracles logró su cometido, como era de esperar.
EL ONCEAVO TRABAJO
Cuando Heracles conoció cuál sería su siguiente trabajo, no sabía por dónde empezar, pues desconocía la ubicación exacta del jardín, así que capturó a Nereo, dios de las olas del mar, conocido por su veracidad, para averiguar el lugar al que debía ir. Una vez averiguado su destino, Heracles fue en busca de Atlas, titán obligado a sujetar el cielo, para que le cogiera algunas manzanas doradas (ya que Atlas tenía acceso a ellas, puesto que era el padre de las hespérides). Atlas aceptó, dejando con gusto que Heracles cumpliera con su cometido de sostener los cielos; recogió algunas manzanas y volvió junto a Heracles para hacerle saber que él sería el que le llevase a Euristeo lo que había pedido. Pero el héroe, conocido por su astucia, engañó al titán al decirle que volviera a sujetar el cielo para que él se pudiese poner su capa como almohadilla, a lo que el titán accedió. Una vez cambiada la situación, Heracles tomó las manzanas y dejó al titán donde lo había encontrado.
(Hay múltiples versiones de este trabajo, siendo otra la que señala que Heracles fue en persona el que accedió al jardín y mató a Ladón, llevándose consigo las manzanas).
Finalmente, una vez cumplido su trabajo, fue la diosa protectora de Heracles, Atenea la que decidió devolver las manzanas a su lugar de origen, el jardín, lugar del cual no volvieron a salir.
El primer paso de nuestro héroe fue viajar a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y lograr, de este modo, el conocimiento exacto para poder entrar y salir del Inframundo. Una de las entradas "conocidas" del Hades se encontraba en Tanaerum y fue precisamente ésa la utilizada por Heracles para entar y posteriormente salir, no sin la imprescindible ayuda de su protectora Atenea y Hermes. Gracias a este dios, Caronte, accedió a transportarlo en su barca por el río Aqueronte.
Una vez en el Inframundo, las versiones que existen sobre este relato se distancian unas de otras, siendo la versión más extendida aquella que dice que Heracles simplemente pidió permiso a Hades y Perséfone, señores del Inframundo, para llevarse a Cerbero, a lo cual accedieron, con la petición de que no le hiciera daño al perro.
Como sea, una vez que logró su cometido, llevó al perro con Euristeo, quien, una vez más dió muestras de su cobardía.
Con este trabajo, finaliza una de las más apasionantes etapas de la vida de Heracles, quedando, por fin, liberado de la diosa Hera y su lacayo Euristeo.