domingo, 7 de marzo de 2010

LOS DOCE TRABAJOS DE HERCULES

Zeus, tras dejar embarazada a Alcmena de Heracles, proclamó que el próximo hijo nacido en la casa de Perseo se convertiría en rey. Al oír esto Hera, la esposa de Zeus, hizo que Euristeo naciera dos meses antes, pues pertenecía a la casa de Perseo, al igual que Heracles, a quien hizo nacer con tres meses de atraso. Cuando Zeus advirtió lo que había sucedido montó en cólera, pero no obstante su imprudente proclama siguió en pie.

En un ataque de locura provocado por Hera, Heracles mató a sus propios hijos y a dos de sus sobrinos con sus propias manos. Cuando recuperó la cordura y advirtió lo que había hecho se aisló del mundo, marchándose a vivir solo a las tierras salvajes. Fue hallado por su hermano Ificles y convencido de que visitase el oráculo de Delfos. En penitencia por esta execrable acción, la sibila délfica le dijo que tenía que llevar a cabo una serie de diez trabajos que dispusiera Euristeo, el hombre que había usurpado su legítimo derecho a la corona y a quien más odiaba.

El orden tradicional de los trabajos es:

  1. Matar al león de Nemea y tomar su piel
  2. Matar a la hidra de Lerna
  3. Capturar a la cierva de Cerinia
  4. Capturar al jabalí de Erimanto
  5. Limpiar los establos de Augías en un día
  6. Matar a los pájaros del Estínfalo
  7. Capturar al toro de Creta
  8. Robar las yeguas de Diomedes
  9. Robar el cinturón de Hipólita
  10. Robar el ganado de Gerión
  11. Robar las manzanas del jardín de las Hespérides
  12. Capturar en los infiernos a Cerbero

Según el Cronicón de san Jerónimo Heracles completó sus doce trabajos en 1246 a. C.

EL PRIMER TRABAJO

El primero de los doces trabajos a los que tuvo que enfrentarse Heracles por orden de su hermano Euristeo fue matar al león de Nemea y tomar su piel. Este "simpático" animal estuvo durante un tiempo, generalmente en período nocturo, aterrorizando a los habitantes de los alrededores de Nemea y tenía una piel tan dura que era inmune a cualquier arma conocida.
Heracles, al principio, pecó de ingenuo, pues usó todos los tipos de armas de los que se valía, como un arco y flechas, un garrote hecho de madera de olivo y una espada de bronce, pero todas ellas dieron infructuosos resultados. Pero como dice el refrán, "más vale maña que fuerza", nuestro héroe tramó un plan: la guarida del león tenía dos entradas, obstaculizó una de ellas e hizo entrar al animal por la otra, quedando éste encerrado y sin posibilidad de escapar. Una vez acorralado, Heracles asfixió al temido león introduciendo uno de sus brazos por la garganta del animal, hasta que éste falleció. Pero éste no era el fin de su trabajo, sino que además tenía que tomar su piel, y para ello necesitó ayuda divina. Me explico, Heracles dedicó muchísimo tiempo en intentar desollar al león, pero la piel de éste era tan dura que nada de lo que usaba era adecuado para logar un resultado positivo. Fue entonces cuando la diosa Atenea, disfrazada de vieja, le dijo que el mejor instrumento que podía usar eran las propias garras del león y así lo hizo, logrando quitarle la piel, y usándola nuestro héroe desde entonces como armadura

EL SEGUNDO TRABAJO

El segundo trabajo ordenado por Euristeo a Heracles fue matar a la Hidra de Lerna, una criatura con cuerpo de serpiente, garras de dragón y dorso cubierto por unas duras escamas con siete cabezas, una de las cuales estaba cubierta por láminas de oro y se decía que era inmortal. La Hidra había sido criada por la diosa Hera, para que se enfrentara a Heracles en uno de sus trabajos y acabar con él. Su guarida se situaba en el lago de Lerna y bajo sus aguas había una entrada al Inframundo que la propia bestia se encargaba de custodiar. Tras llegar a la ciénaga próxima al lago donde habitaba la Hidra, Heracles cubrió su boca y nariz con una tela para protegerse del aliento venenoso del animal y disparó flechas en llamas a su refuio para obligarla a salir. Una vez conseguido su primer propósito, se enfrentó a ella con una hoz y le cortó una de sus cabezas, pero para sorpresa de Heracles, en lugar de desfallecer un poco, de la herida surgieron dos nuevas cabezas. Se dió cuenta entonces, que de esa forma no lograría su propósito así que pidió ayuda a su sobrino Yolao, que fue el que tuvo la idea de quemar la herida de la cabeza cercenada y así evitar que se regenerase. Tras un período de lucha, Heracles logró cortar todas las cabezas, incluso la inmortal, derrotando así a la Hidra, y enterró esta última cabeza bajo una gran roca en el camino entre Lerna y Eleia, mojando sus flechas en la sangre venenosa del monstruo, completando así trabajo.
EL TERCER TRABAJO
El siguiente trabajo de nuestro héroe, fue capturar a una de las cinco ciervas del carro de la diosa Artemisa. El hecho de escoger a una de ellas fue debido a que esta cierva fue la única que logró escapar de "su destino". Se caracterizaba este precioso animal en que sus pezuñas eran de bronce y su cornamenta de oro, y tenía una gran velocidad, debido a la cual a Heracles no le resultó fácil su captura. Así, el famoso héroe la persiguió durante un año visitando una gran cantidad de países, llegando hasta el país de los Hiperbóreos, siendo aquel el lugar en el que por fin logró capturarla, cuando la cierva descansaba y se refrescaba bebiendo un poco de agua.
Heracles sabía que no debía derramar una sola gota de sangre del sagrado animal, pues estaba protegido y consagrado a la diosa Artemisa, a la cual debería darle explicaciones en caso de que el animal sufriese algún daño. Así que la estrategia seguida fue la de atravesar las patas del animal con una flecha entre el tendón y el hueso, sin derramar su sangre (evitando de este modo el enfado y castigo de Artemisa). Una vez inmovilizada, llevó el animal a Micenas y se la presentó a su hermano, el rey Euristeo.

Nota: A pesar de los esfuerzos de Heracles, la diosa Artemisa se enfadó y pidió explicaciones porque la cierva era su predilecta, pero nuestro héroe, sin remordimiento alguno, culpó del hecho a su hermano y fue éste el que recibió la reprimenda.
EL CUARTO TRABAJO
Capturar, no matar, al jabalí de Erimanto fue el tercer trabajo ordenado por Euristeo a su hermano Heracles. El jabalí era una bestia que atormentaba a los habitantes que vivían en Erimanto y Heracles se las ingenió para hacerle salir de su madriguera y el método utilizado por nuestro héroe consistió en gritar hasta que logró sacar al jabalí y lo condujo hacia la parte de la montaña que más grosor de nieve tenía para, de este modo, ser más fácil su captura. Si bien, no todo fue un camino de rosas, ya que Heracles se encontraba muy desanimado cuando supo cuál sería su tercer trabajo, pero fue su diosa protectora, Atenea, la que le entregó una cadena de metal con la que pudiera sujetar sin riesgo alguno para él al animal y presentarlo de este modo a Euristeo.
Nota: Es en este trabajo donde se se evidenció la gran cobardía del rey Euristeo, ya que cuando Heracles le presentó al jabalí, éste se escondió dentro de una tinaja y le obligó a retirar al animal de su vista
EL QUINTO TRABAJO
Augías (que significa "brillante") era un rey de Élide, hijo del Dios Helios y Naupidame. Por designio de los dioses, su ganado era inmune a enfermedades que pudieran mermalo y era cuidado por dos toros regalo de su padre, con lo que Augías logró poseer el rebaño más grande jamás conocido. Sin embargo, a pesar de su nombre, Augías no se había preocupado de limpiar sus establos, de los que emanaba un hedor insoportable, que se esparcía por todo el Peloponeso.
El rey Euristeo, conocedor de tal hecho, encargó a Heracles la misión de limpiar en un sólo día los establos, con el fin de humillarle y ridiculizarle. Pero nuestro héroe, no sólo era fuerte, sino también muy astuto, y para limpiar los establos, derribó las cuatro paredes y desvió de sus cursos a los ríos Alfeo y Peneo, consiguiendo que las agitadas aguas de los ríos se llevasen todo el estiercol y suciedad acumulada.
Augías montó en cólera, debido a su promesa de regalarle a Heracles la décima parte de su rebaño en caso de que lograra cumplir su cometido en un sólo día, pero argumentó que el trabajo había sido realizado por los ríos, intentando eludir así su pago y Euristeo tampoco consideró válido el trabajo, ya que Heracles había sido contratado por Augías para el mismo fin.
EL SEXTO TRABAJO
Nuestro héroe recibió otra misión, esta vez muy difícil de cumplir, pues su fuerza legendaria no sería muy útil, debido a que el trabajo encomendado fue expulsar del lago Estínfalo a unas aves un tanto especiales, ya que se caracterizaban por ser carnívoras, comedoras de hombres y ganado y por si eso fuera poco, también tenían la "cualidad" de que sus excrementos fuesen venenosos, con lo que arruinaban todo el campo alrededor del lago.
Heracles no era capaz de matarlas con sus flechas, pues eran muy numerosas, y tampoco encontró la manera de ahuyentarlas del lugar. Fue entonces en esa situación cuando apareció su benefactora, la diosa Atenea, que le dió (unos dicen que un cascabel, otros que campana y otros unos címbalos, que son unos plantillos) un regalo con el que poder asustar y ahuyentar a los pájaros, no sin antes recomendarle que se subiera a la cima de una montaña próxima para que el estruendo fuese aún mayor y surtiera mejor efecto. Una vez en posición, Heracles agitó el regalo con todas sus fuerzas y los pájaros asustados huyeron despavoridos. Pero Heracles no se quedó quieto mirando como las aves alzaban el vuelo y abandonaban el lugar, sino que además utilizó su arco y flechas para acabar con una gran cantidad de ellas. Aquellas que tuvieron una mayor fortuna, encaminaron sus pasos hacia la isla de Ares en el mar Negro, y allí años después fueron encontradas por los Argonautas.
Finalmente, cuando Heracles regresó al palacio de Euristeo para comunicarle que había completado el trabajo, encontró a su hermano en un refugio debido a que varios de aquellos pájaros broncíneos volaban alrededor de su hogar. Pero Heracles no dió tiempo a los pájaros a refugiarse ya que agitó de nuevo el regalo de Atenea y éstos huyeron de aquel lugar.
EL SEPTIMO TRABAJO
Para llegar a entender el origen de este trabajo, es necesario remontarnos hasta los momentos en que Minos llegó a ser rey, y lo fue gracias a Poseidón, que hizo salir un hermoso toro blanco de los mares para que fuese sacrificado en su nombre, pero Minos quedó maravillado por el fantástico animal y decidió que no sería sacrificado, sino incorporado a su rebaño. Decidió sacrificar otro animal para el dios, esperando que no se diera cuenta, pero Poseidón, no sólo se dio cuenta, sino que su ira fue de tal magnitud que decidió que Pasífae, esposa de Minos se enamorase locamente del hermoso animal. Como Minos no hacía demasiado caso de su mujer, ésta tenía mucho tiempo para pensar la forma en la que el bello animal la tomase. No obteniendo demasiada fortuna, decidió pedir ayuda a Dédalo (que nos es conocido por ser el artífice del famoso laberinto donde vivió el Minotauro, y ahora se explicará el motivo). Dédalo construyó un artificio en forma de vaca hueca lo suficientemente grande como para que la esposa del rey se metiese en él y el toro no sospechase nada. Y así, de esta forma, Pasífae logró quedarse embarazada dando a luz un ser con cuerpo de hombre y cabeza de toro, el minotauro, cuyo nombre es Asterión.
Una vez situados, contaré en lo que consistió el séptimo trabajo de Heracles. A nuestro héroe le correspondió capturar al hermoso toro blanco que el dios Poseidón hizo enloquecer después de la treta de Minos. El bello animal, no sólo estaba loco, sino que además expulsaba fuego por la nariz y recorría la isla de Creta destruyéndolo todo a su paso. Heracles fue en busca del toro y, tras una breve lucha, lo agarró por los cuernos y subió a su lomo, tras lo cual lo condujo, a través del mar Egeo, hasta Micenas. Una vez en presencia del rey Euristeo, éste decidó consagrarlo a la diosa Hera, pero ésta lo rechazó por la ferocidad que mostraba el hermoso animal, por lo que Euristeo decidó dejarlo libre. El toro, atravesó la Argólide, cruzó el istmo de Corinto y se estableció en la llanura de Maratón, cerca de Atenas, donde tiempo después encontró la muerte a manos de Teseo
EL OCTABO TRABAJO
El octavo trabajo de Heracles consistió en robar las yeguas del rey Diomedes de Tracia. Estas yeguas no eran "normales", sino que se caracterizaban en ser antropófagas, esto es, comían carne humana. Diomedes, temiéndolas, las tenía encadenadas y las alimentaba con la carne de los huéspedes que inocentemente se alojaban en su palacio. Esta crueldad del rey, fue muy tenida en cuenta por Heracles, que cuando conoció su octavo trabajo, decidió partir con un grupo de voluntarios hacia Tracia, y una vez allí, le arrebató las yeguas el monarca, que enfurecido por tal hecho, lanzó su ejército contra el héroe. Pero Heracles no se amendrantó y consiguió, durante la batalla, herir mortalmente al rey Diomedes, haciendo que su ejército huyera por la captura de su líder.
Heracles, conocedor de las atrocidades que había cometido el rey, arrojó su cuerpo, aún con vida a sus propias yeguas, las cuales tras devorarlo se apaciguaron de tal forma que Heracles decidió llevarlas a Micenas y ofrecerlas como regalo a la diosa Hera.

Nota: Las yeguas fueron llevadas al monte Olimpo, pero no tuvieron una vida como hubiese sido de esperar, sino que fueron devoradas por las fieras y alimañas que moraban en la divina montaña.
EL NOVENO TRABAJO
Como noveno trabajo, Heracles debía traer el cinturón que Ares, dios de la Guerra, había regalado a Hipólita, reina de las amazonas, como símbolo de su superioridad sobre todas ellas. Las amazonas vivían en las cercanías del río Termodonte, y destacaban por ser mujeres con una vida muy varonil, pues destacaban en todos los campos relativos a la guerra. Si alguna vez parían, por haber tenido alguna relación sexual, criaban sólo a las hembras, pues era una tribu formada sólamente por mujeres. Una de sus características más peculiares era que se comprimían el pecho derecho para poder alcanzar un grado mayor de perfección en el manejo y disparo del arco y sólamente se dejaban el pecho izquierdo para poder criar a sus descendientes.
Así, en este contexto, Heracles fue "víctima" de los caprichos de una niña mimada hasta tal punto que deseaba el cinturón de Hipólita y su padre, el rey Euristeo complació en ese deseo a su pequeña encargándole a su hermano Heracles la tarea de traerlo como regalo para su hija, formando así parte de los doce trabajos a los que estaba obligado. Pero Heracles en este trabajo no estuvo sólo, pues fueron muchos los que se unieron a él en esta aventura.
El viaje comenzó por mar y una vez llegados a su destino, desembarcaron en el puerto de Temiscira, dondo fue la mismísima reina Hipólita a visitarlos. Hipólita, enseguida se enamoró de Heracles y como prenda de su amor, voluntariamente decidió entregarle a nuestro héroe el famoso cinturón. Pero la aventura no iba a concluir aquí, ya que fue la misímia diosa Hera la que disfrazándose de amazona, difundió entre el ejército de temibles mujeres el rumor de que el motivo real de que Heracles estuviese allí, era para raptar a Hipólita. Las amazonas, encolerizadas, decidieron atacar al "ejército" de Heracles, y éste pensando que Hipólita le había traicionado, decidió matarla. No sólo dió muerte a la reina, sino que también acabó con la vida de las amazonas de más alto rango, obligando al femenino ejército a huir.
EL DECIMO TRABAJO
Uno de los últimos trabajos a los que tuvo que hacer frente Heracles, fue un largísimo viaje hasta Eritia donde se encontraba el gran ganado de Gerión, un ser formado por tres cuerpos humanos, unidos todos ellos por la cintura. Este rebaño, no sólo era vigilado por su dueño, sino también por Orto, un perro de dos cabezas hermano del archifamoso Cerbero.
Heracles debía apropiarse de ese rebaño y conducirlo hasta Euristeo, así que no tuvo más remedio que matar a sus custodios. A Gerión lo mató con un flecha empapada de sangre envenedada de la Hidra. Pero una vez eliminados los dos monstruos guardianes, se le presentó un problema tras otro para llegar a Grecia y completar así su misión, ya que la diosa Hera, de nuevo, intervino en más de una ocasión para impedir el avance del héroe, con infructuosos resultados. Así que Heracles logró su cometido, como era de esperar.
EL ONCEAVO TRABAJO
Heracles tuvo que ir en busca de las manzanas de oro situadas en el jardín de las Hespérides. Estas manzanas habían sido entregadas por Gea como regalo de bodas a Zeus y Hera, pero fue esta última la encargada de asignarles un custodio, las hespérides. Las manzanas crecían en un árbol de un jardín situado en el occidente, de ahí que "hespérides" signifique "hijas del atardecer", las cuales podían, de vez en cuando, recolectar algunas manzanas. Pero la diosa creyó que era poca la vigilancia de su valioso jardín, así que dejó también a Ladón, una serpiente que no dormía como vigilante añadido.
Cuando Heracles conoció cuál sería su siguiente trabajo, no sabía por dónde empezar, pues desconocía la ubicación exacta del jardín, así que capturó a Nereo, dios de las olas del mar, conocido por su veracidad, para averiguar el lugar al que debía ir. Una vez averiguado su destino, Heracles fue en busca de Atlas, titán obligado a sujetar el cielo, para que le cogiera algunas manzanas doradas (ya que Atlas tenía acceso a ellas, puesto que era el padre de las hespérides). Atlas aceptó, dejando con gusto que Heracles cumpliera con su cometido de sostener los cielos; recogió algunas manzanas y volvió junto a Heracles para hacerle saber que él sería el que le llevase a Euristeo lo que había pedido. Pero el héroe, conocido por su astucia, engañó al titán al decirle que volviera a sujetar el cielo para que él se pudiese poner su capa como almohadilla, a lo que el titán accedió. Una vez cambiada la situación, Heracles tomó las manzanas y dejó al titán donde lo había encontrado.
(Hay múltiples versiones de este trabajo, siendo otra la que señala que Heracles fue en persona el que accedió al jardín y mató a Ladón, llevándose consigo las manzanas).
Finalmente, una vez cumplido su trabajo, fue la diosa protectora de Heracles, Atenea la que decidió devolver las manzanas a su lugar de origen, el jardín, lugar del cual no volvieron a salir.
EL DOCEAVO TRABAJO
El último de los doce trabajos a los que tuvo que hacer frente Heracles, fue el más difícil, pues Euristeo le obligó a descender al Hades y capturar a su guardián Cerbero, un temible perro de tres cabezas, cuya misión consistía en guardar la puerta del Inframundo, asegurándose que los muertos no salieran, y que los vivos no pudiesen entrar.
El primer paso de nuestro héroe fue viajar a Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos y lograr, de este modo, el conocimiento exacto para poder entrar y salir del Inframundo. Una de las entradas "conocidas" del Hades se encontraba en Tanaerum y fue precisamente ésa la utilizada por Heracles para entar y posteriormente salir, no sin la imprescindible ayuda de su protectora Atenea y Hermes. Gracias a este dios, Caronte, accedió a transportarlo en su barca por el río Aqueronte.
Una vez en el Inframundo, las versiones que existen sobre este relato se distancian unas de otras, siendo la versión más extendida aquella que dice que Heracles simplemente pidió permiso a Hades y Perséfone, señores del Inframundo, para llevarse a Cerbero, a lo cual accedieron, con la petición de que no le hiciera daño al perro.
Como sea, una vez que logró su cometido, llevó al perro con Euristeo, quien, una vez más dió muestras de su cobardía.

Con este trabajo, finaliza una de las más apasionantes etapas de la vida de Heracles, quedando, por fin, liberado de la diosa Hera y su lacayo Euristeo.